jueves, 13 de agosto de 2015

Capítulo 7 Una noche con Cuasimodo.


      Yo no sé qué es lo que pasa con los hombres.  No tienen los cambios de temperamento provocados por las menstruaciones  de las mujeres, pero mira que joden.  Insoportables y caprichosos, testarudos y vanidosos.  Cada vez que encuentro algún cliente en estas noches obscuras de Condado o Miramar es una nueva historia que contar.


        Estaba dando la ronda, por la Avenida Ashford, como mi primer destino nocturnal.  Era un viernes pasadas las diez de la noche.  Había muchos autos que transitaban la conocida avenida.  Muchos iban en grupos en vacilón, otros con alguno que otro acompañante, pero los que realmente me interesaban eran aquellos que iban solos.  A veces los cristales ahumados no me permitían ver nada, por lo que pasaba la mirada hacia el siguiente carro.  Para no dar la impresión de que estaba buscando clientes camino lentamente y me detengo un rato.  Siempre hay uno que otro que se da cuenta que busco algo, y reduce la velocidad para mirarme con más detenimiento.  Era un auto Rambler color azul claro, y dentro había un mocetón como de unos treinta y dos años.  Era de color indio, con grandes ojazos y pelo lacio negro, los brazos eran fornidos de anchos hombros y su sonrisa mostraba grandes dientes como de caballo. 
Me sonríe y me pregunta: ─¿Qué haces? 
Yo le respondo: ─ Buscando por ahí.
Entonces me responde, ─ ¿Quieres dar una vuelta?   

--Si, no hay prisa. ─  le respondo.
-Sube. ─  Me dice,  accedo a su invitación y entro al auto.

         Me doy cuenta entonces que el mozo media como unos seis pies, y tenía buenas piernas.  Mis ojos se detuvieron hasta el área de la bragueta.  No apreciaba ningún bulto que pudiera codiciar.  Eso como que me enfrió un poco.  Pensé, tal vez lo que tenga sea un micro pene, como a veces sucede con estos tipos, grandes y fornidos pero con una pistolita de juguete, como dice Paquita la del Barrio.  No quise darle casco a ese asunto y entablo una conversación algo pendeja con él.

─ La noche esta buena para pasear─  le dije.

Sí, y es temprano todavía, se pueden hacer muchas cosas.─  contesta con cierta malicia.

─ Si, ¿como cuáles?─ le digo.

─ Bueno, tú sabes, algún trabajito que no tome mucho tiempo.  Tengo que regresar a casa y mi mujer me espera. -- me dijo.
        Fue como si me echaran un balde de agua fría.  Solo con decirme eso pude darme cuenta que estaba tratando con un pendejo que su mujer lo tenía en las verijas.  Pero tampoco quise darle casco a eso, tal vez sea porque era mi primer cliente de la noche y no quería perderlo tan temprano.
─¿Entonces eres casado? – le pregunto.
─ Sí, hace cinco años. – me contesta.
─ Y todo bien?  ─ le pregunté para saber su relación estaba decayendo o iba  mal.
─ Tenemos momentos. – me dice.
─ ¿Cómo cuáles?  -- le pregunto porque quise ver si era que no le daban crica y eso buscaba en la calle.
─ Es que ella tiene un genio! – me dice.
─ Y a veces se desquita y no me deja que la toque. ─ agrega.
─ ¡Lo sabia!– pensé.  Este lo que busca es quien le saque las castañas del  fuego
Ya habíamos llegado al puente Dos Hermanos y el carro iba más rápido que en el tramo anterior. 
─ ¿Tienes sitio? ─ me pregunta. 
─ No.-- le contesto de inmediato.
─ Entonces vamos por la ruta equivocada.  Debíamos ir fuera de Condado, tal vez hacia Caguas. ─me contesta.
        No me gustó nada su insinuación, pues creía que me iba a botar como bolsa de mierda por esos lugares, a lo que le contesto yendo al grano:  Mira si lo que quieres es un “quick job”  (trabajo rápido) más vale que lo hagamos por ahí.
─¿Dónde? – me dice haciéndose el pendejo.
Sigue hacia Puerta de Tierra.-- le indico.
        Y hacia allá nos dirigimos, luego de cruzar el Viejo Hotel Normandie le digo --No, no por el Escambrón no, porque hay mucha gente a esta hora.  Pensaba que la mamadera estaba abundante en ese lugar, y era frecuente ver autos estacionados con una que otra pareja en actividad oral disimulada.
Luego de pasar por el Kentucky le digo: ─ Baja al paseo estacionamiento frente al mar, ─ y allí nos detuvimos.
http://www.indicepr.com/noticias/2014/12/12/news/33243/adios-al-34paseo-de-los-enamorados34-en-san-juan/
        El tipo se me queda mirando, como queriendo averiguar quien realmente yo era, aunque tiene que haberse dado cuenta que una mujer no era.  Para evitar las sorpresas indeseables de que te vengan con el cuento de que yo no sabía nada que tú eras un maricon sucio.  Le dije de forma y manera que no le causara algún trauma.
--Mira, yo soy un chico que estoy en proceso de convertirme en mujer.  Como tú podrás observar, tengo mis atributos que equivalen a los de una bien formada.  – le dije advirtiéndole.
─ Ahh. -- contesta pendejamente.

─Y puedo hacer cosas que una mujer no se atrevería por muchas razones.   ─   le digo.

─ Entonces me tienes que decir, ¿cuáles son? ─ me dice con malicia. 


─ ¿Entonces tú puedes hacer casi lo que hace una mujer?  me pregunta más pendejamente.
─Yo no explico, yo demuestro.-─ le contesto.
        Es entonces que comienzo a desabrocharme la blusa para que vea mis limones, como una niña adolescente.  Y su rostro comienza a sonreírse.   Veo entonces que la leve luz que entraba por las ventanillas provenientes de los carros que transitaban por la avenida era como fotos que prendían y apagaban entre claridad momentánea y obscuridad.
Y su rostro comienza a tomar la forma como la de un demonio sonriente.  Esto me causó temor.




         Entonces se me acerca.  Y yo, con más temor aún.  Y me toca por los hombros que estaban recién descubiertos.    Pero su cara de demonio, me daba temor. 
Y me dice – ¿Tienes miedo?
 No, ─ le indico,   ─ es que tengo dudas. 
─ No sé si te gusto. – me dice.
         Entonces procede a darme un beso en la boca.  Un beso que sabía a huevo sin sal, un beso frío y sin ninguna sensación que no fuera tratar de convencerme de que él me gustaba aunque yo sintiera asco.
        Pero ni siquiera asco me causaba su trato desabrido y sin fundamento.  Y trató como de bajarse la cremallera, pero ni eso hizo que me motivara.
─ Vámonos que esto se hace difícil aquí. ─ le dije con insistencia.
        En esos instantes se aparece una patrulla con el biombo azul relampageante.  Y se bajan dos policías con sendas macanas en las manos.  Y comienzan a golpear los parabrisas de los autos estacionados, haciéndolos piedritas destellantes.
        El tipo comienza a encender el auto y arranca a toda prisa, y yo a subirme rápidamente la blusa que había desabrochado.  Y se dirige a toda prisa por la Avenida Muñoz Rivera hasta el capitolio y durante todo el trayecto no dijo nada.
─ Tuvimos suerte de que no nos agarraran esos guardias – le dije.
─ Sí, y ya se hizo tarde porque tengo que regresar. -- me dice.  
   Entonces le pregunté  ─¿Cómo te llamas?
─ Luciano, me dice.  
─¿Y de donde eres Luciano?--  De Guaynabo, Barrio Camarones
─ Y qué hacías por aquí, si eres de allá.  Fue lo que se me ocurrió.
─ Es que trabajo en Barrio Obrero, en un negocio de cuchiflitos y al salir me dio con ir al Condado.
─ Yo soy de Barrio Obrero, le dije.  Deja ver.. ¿no me digas que es en el Bohio?
─ Sí,  ─me contesta.  ─ Si quieres nos podemos ver otro día.
Ya veremos.  ─ le dije. 
─Por favor, llévame donde me recogiste. 

   No estaba dispuesta a perder mi noche con semejante esperpento, ni loca.  Ahora tendría que armarme de fuerzas para poder lucir bien y tratar de conquistar algo que valiese la pena, luego de perder mi tiempo con semejante Cuasimodo.
   Entonces, cuando pasaba algunas veces por la Avenida Borinquen lo veía sirviéndole bebidas a los parroquianos y las frituras que mostraban en una urna de cristal con una bombilla.
Mira, no me quedaron ganas de salir con un individuo así, que podría ser que cayera en pánico homosexual y yo terminar mi vida asesinada por un Cuasimodo.


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